el blog de un dinosaurio rosarino que escribe novelas disfuncionales, salvajes e imposibles de conseguir

Sunday, October 31, 2004

Should I stay or should I go?

Exilio, inilio, idilio...
Irse o volver, en el mundo global, es relativo:

“Pensar en una elección entre el propio país y el exterior es falso: ningún artista puede hoy trabajar en un solo país. En Michigan terminarían aburridos de Madonna si actuara sólo allí".
Diego Fischerman, citado por M. M., en el Radar de hoy.

Por si a alguien le quedaba alguna duda, no soy Madonna y con todo puede que igual aburra en Connecticut.
Ay, esta M. M., ha hecho una nota preciosa sobre artistas nómades, pero faltan los sociologuitos amargos de Ñ para hacernos acordar de que los pobres somos gente bastante inamovible. Y además los medios masivos están contagiándose, quizás deliberadamente, del estilo confesional de los weblogs... ¿o es mi imaginación?

Puede ser mi imaginación. Esta semana, y la anterior, corregí pruebas de dos libros (míos: una antología personal y una novela), funcionarios e imprentas lidiaron con mi falta de tiempo por e-mail, por teléfono y personalmente, traduje dos capítulos de un manual de campaña (60 pp. c/u), lamenté la muerte de un conocido, revisé varias traducciones, coordiné mi taller literario, ayudé a un sobreviviente de un atentado anticomunista (edad: 78) a escribir su autobiografía, soporté los ruidos del vecindario, miré una película, leí montones de weblogs, compré comida por teléfono para mí y para mi gato, alimenté diariamente a mi blog rosarinosaurio con ricas hamburguesas de pterodáctilo sólo para encontrarme con un par de esvásticas truchas pintadas en mi hogar dulce hogar virtual a las que respondí con la mayor altura que pude pero que convirtieron mi cerebro en el de un detective de novela negra durante 72 horas... y llegué a estar tan cansada que la otra noche me acosté y debo haberme dormido con los ojos abiertos, porque vi dos chanchitos volando. Eran dos: uno negro y otro lila, tenían alitas de libélula, cuerpos esféricos y peludos como de abejorro, giraban, y parecían colgar del techo. Se parecían al chanchito volador de la tapa del disco Animals, de Pink Floyd. De pronto se transformaron en el agujero de cables de la luz sin tapa que tengo en mi pared y que es lo último que suelo ver antes de dormirme; entonces supe que estaba despierta.

Hasta ayer no sabía si mudarme o comprarme un arma.
Ahora sé que me tengo que mudar.
Además este barrio de mierda está subiendo de valor.
Eso tal vez explica en parte la insolencia de ciertos personajes.
Pero puedo alquilar mi casa y hacer una diferencia.
Que la codicia redima a la cobardía...

Michigan. Qué lindo nombre para un gato.