La calumnia no descansa
Nuevo ataque de narcisismo (y van...)
Gran parte del éxito en Internet depende de que tus lectores se imaginen que sos una belleza. El encanto se rompe ante la menor sospecha de que podrías ser una ballena de 200 kilos en la vida real. Le acaba de pasar a un colega blogger: lo trataron de gordo en un texto virtual y se empezó a resquebrajar el hechizo.
Me sucedió algo parecido la semana pasada y no pensé que fuese a ser un problema, pero terminó siéndolo. Hay una distancia, otro trato. Yo que me consolaba de mis cuatro kilos extra confiando en poder esconderme y seducir desde la letra usando el viejo adagio "avanti con la lengua" (o con el teclado de la PC, más precisamente), ahora voy a tener que salir, previo paso por el gimnasio y compra de cámara digital y posteo de autofoto (vestida, por supu), a dar la desmentida oficial de los no sé cuántos megatones virtuales que se añadieron a mi, después de todo, módico sobrepeso de 4.000 gramos (peso 65, cuando debería pesar 61). Frágil refugio la web, tan dependiente de la imaginación (ajena, encima). Al menor temblor hay que regresar a lo real de donde habíamos tratado de exiliarnos.
Moraleja: al final era más fácil ser bella de verdad.
Reflexión: el blog como retorno a lo social, a sus terrores...
Ahora, yo me pregunto, ¿qué somos? ¿Adolescentes? ¿Es obligatorio ser Kate Moss? Casi cuarenta años tengo, soy una linda mina, gano plata, de cuatro libros que publiqué me premiaron tres, trabajo honradamente 20 hs. diarias seven days a week en una profesión que no cualquiera adquiere, ¿no me puedo permitir apartarme del ideal estético ni por unos pocos centímetros? ¿No podrán dejarnos, a todos, en paz?
Miren que me enojo y chapo un caño como Junior.
Después nadie diga que no avisé.
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