Las tres C:
Carver, Cheever, Chejov y el verdulero de la esquina. No, a la esquina no llega Angela Pradelli, escritora minimalista premiada: en una nota en el Ñ de hoy habla de cómo halló su inspiración a partir de la curiosidad que le despertaron ruidos que provenían de la casa de al lado. Se asomó y descubrió que su vecino estaba cortando el paraíso. ¡Epifanía! ¡El paraíso! Con lo que ganó, ella se puede comprar otra casa y empezar de nuevo el ciclo... Siempre, claro, que los vecinos sean anónimos y el otro contra el cual medirse sea un monstruo de esos clásicos que ella tiene en su biblioteca: nunca un Aira, nunca un Piglia. Nada de contemporáneos locales, ni de polémicas apasionadas, que si el verso redondo o cuadrado, con grasa o sin. Ella no fatiga pasillos de editoriales. Ella no fatiga redacciones de revistas. Va al diario y labura. Va al censo a laburar y de paso escribe. Va a su casa y escribe. Manda directamente sus obras a los premios. Del escritorio a las vidrieras de las librerías. Cada vez hay más gente usando esa táctica. Entrando a la literatura por la puerta grande del premio jugoso como si se tratara de un trámite más: llevo el nene a la escuela, me anoto en la AFIP, llevo la receta a la mutual, llevo mi novela al correo, paso por la peluquería y después te cuento. No sé si está bien o mal. Capaz que esté bien. Capaz que el libro igual esté bueno. Patricia Suárez lo hizo y realmente se merecía los premios que ganó. Otros preferimos salir a las lecturas y revistas, formar parte de las internas, con lo cual cosechamos odio por megatones y descrédito por siglos. Y no por eso van a leernos más. Pero no sé, me parecía más justo. Alguien explíqueme qué significa esto: por un lado una gigantesca democratización, o apariencia de democratización, totalmente inclusiva, en que cualquiera escribe y manda y gana y listo, sos escritor. Por el otro las internas que son la Edad Media misma, con sus señores feudales y sus caídas en desgracia y sus exclusiones de hierro, sus silencios fratricidas que asesinan. Y todos andamos en busca de un reconocimiento imposible, imposible, imposible.
No entiendo.
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