weblog + huevos = sambayón
Empezamos anotando frases en papelitos
y así seguimos, la mano más vacilante que antes.
Recién, por teléfono (ya terminé mi lista y estoy de vacaciones; no siempre me sobra tanto tiempo), una amiga me decía que habría que escribir otro weblog sobre los efectos del weblog.
Fue cuando yo le contaba del magnífico desparramo que se armó en la sección de comentarios, un par de posts atrás, a partir de la palabra "ser" y de las expectativas de reconocimiento, implícitas y explícitas (lamentablemente, angustiosas), con que la rodeé. Ella me decía que todo sujeto espera el reconocimiento; "ahora, si eso te angustia, habrá que ver por qué". Gracias a los comentarios, he aprendido mucho en muy poco tiempo; y por si a alguien le interesara saberlo, a medida que aprendo me angustio cada vez menos. La variada producción de ideas de los lectores me permite vislumbrar con mayor objetividad un panorama en cuanto a qué puede esperarse y qué no.
Por ejemplo, descubro que el término "literario" nombra algo mucho más alto e inalcanzable de lo que a mí me venía pareciendo desde que me metí en este baile, hace ya más de 25 años. Tuve un primer libro publicado, con firma de ejemplares por "la autora" y todo, ¡a los catorce años! Eso debe haber distorsionado mi percepción del asunto. Encima tuve suerte y saqué algunos libros más... ¡Gratis! Siempre fui de esa gente que escribe para tener de dónde agarrarse, como quien se va fabricando un pasamanos a medida que avanza por el abismo. Esto significa: pura escritura. Eso no necesariamente es literatura. Pero además, leo (no muchísimo; sí bastante), estudié algún que otro curso terciario y universitario relacionado con ello, y al haber escrito como un animal confío en tener, a esta altura, un poco de oficio; percibo que todo eso me inserta de algún modo en alguna tradición de autonomía artística que en parte libra a mis producciones de un destino de mera catarsis emotiva.
Tuve más suerte aún, y en tres revistas de poesía piensan lo mismo.
¿De qué me quejo, entonces?
Si viviera en Buenos Aires, sería una más entre -por tirar un número- cien o doscientos que en poesía y en prosa pelan más o menos alguna. En cambio, estoy en Rosario, donde demasiado de lo que se produce bajo expectativas autorales de "literatura" es una pura orfandad de escritura pulsional a la intemperie, en relación con lo demasiado poco de entre lo que se escribe que podría (con cierta generosidad, a veces) ser tomado en serio. Serán unos diez o veinte, a lo sumo, los "serios". Sé que suena muy desagradable y que me van a tirar con algo si me incluyo y digo "seremos", pero vivo en una isla y la modestia nunca fue mi especialidad.
Cuestión que quienes garrapatean papelitos sueltos y sacaron a lo mejor un libro bueno son muchos, muchísimos; de entre ellos, unos cuantos se han labrado un lugar social y casi diría una salvación social con eso de figurar como "escritor" o "poeta" en listas oficiales y ante los medios en cuanto festival, encuentro o congreso (que abundan por estos lados) se les cruce. En suma, puede que no merezcan el lugar, pero lo necesitan. Nuestra sociedad local tan democrática nos ha condenado a esto: no hay canon, luego cualquiera que reclame un reconocimiento siente que debería obtenerlo. Nada se lo impide. Por otra parte, ya que cualquiera reclama, cualquier reclamo de reconocimiento aparece inmediatamente como bastardo e ilegítimo. Quien se siente digno de estar en el canon, se margina entonces dignamente: muere olvidado, a veces amargado, pero por lo menos no hizo un papelón.
En las artes plásticas pasa lo mismo.
Lamentablemente el panorama, para la mayoría de estos "poetas", como casi ninguno lee a sus contemporáneos de Buenos Aires, Barcelona o Santiago de Chile, es local. Si el panorama es local, es inevitable que los diez o veinte afortunados que mínimamente embocamos alguna (y publicamos ¡más de un libro!) brillemos como estrellas en el firmamento. Estelaridad completamente injusta, si se piensa que tal vez ni en Buenos Aires, ni en Barcelona, ni siquiera en Santiago de Chile, nos incluya top ten de escritores alguno. En medios más exigentes, desapareceríamos en la sombra; pero es imposible no vernos brillar contra la vasta opacidad local. Es una paradoja: dada la estrechez del contexto, no podemos evitar recibir más atención de la que merecemos, y la injusticia resultante nos coloca en un lugar de usurpadores que nunca nadie buscó. Resultado: como no nos vamos, y jodemos, nos ignoran. Por mi parte sigo teniendo suerte y sacando libros; pero por lo demás, nadie sabe qué hacer con nosotros, y yo encima rompo los huevos.
En tierra de ciegos, el tuerto es rey. Realeza trucha, la del canon local.
Hay otro canon, pero es más caro. Y es inaccesible al medio pelo de apenas "dos libros regulares" (reader dixit) y menos si sus intenciones son más bien catárticas.
Habrá que seguir leyendo y laburando, a ver qué pasa.
Mientras tanto, los Dres. Durden & Norton cierran el bufete y se van (convenientemente entrenados, encasquetados y enguantados) al Festival de Poesía a ver qué piñas ligan, resistiendo bajo la siguiente divisa: "Si vas a romper unos cuantos huevos, más vale que hagas -¡por lo menos!- un buen sambayón".
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