Sáquenme de aquí
Esta bella ciudad ha iniciado conmigo ("contra mí" suena violento, pero sería la forma correcta) un proceso que yo llamo "El síndrome de Spinoza" o "Ghetto de Varsovia". O, menos altisonantemente, "El vacío a Mora Araujo". Ya saben: de entre tus antiguos conocidos nadie te saluda; y si te llaman, es en horarios totalmente inconvenientes, para preguntarte cómo puede ser que no figures en tal o cual lista local de "famosos".
En suma: a todo aquel que lleva tres libros escritos y es leído en otros lares, la sociedad rosarina y sus instituciones se las arreglan para: 1) echarlo de todos los bares más o menos "literarios" o "culturales" (aunque sólo tome café con leche, o precisamente por eso); 2) no darle paz, no darle tregua, pegarle todo el tiempo cada vez que se lo encuentran por la calle (aunque uno se defienda) y no darle paz tampoco en su casa; 3) no publicar tu nombre en los diarios ni aunque saques un libro más, o dos, o tres; 4) llamarte un domingo a la mañana para señalártelo. Le pasó a Aldo Oliva. Le pasó a Lalo de los Santos, músico cuyos colegas habían hecho circular maliciosamente la superstición de que su nombre traía mala suerte y no había que pronunciarlo; falleció de cáncer alrededor de los 50 años de edad, demostrando que la única mala suerte fue la de él. Ahora tocarme a mí.
La ventaja de todo esto es que uno desarrolla una especie de sexto sentido que le permite detectar oasis. Aprendés a distinguir entre amigos y aduladores, simplemente porque estos últimos ya no te adulan más. Tus amigos son pocos, pero son de verdad. Son los que te tienen en tu agenda porque tenés que estar ahí, no los que hacen de sus agendas una pizarra de cotizaciones donde estás o no estás según tu fama del día. La noción de "éxito" te deja de importar, o comienza a relativizarse. Empezás a juntarte con la gente para compartir, no para competir. Empezás a darte cuenta de que los que buscan tu nombre en el diario son unos boludos de la concha (o unos hijos de puta, si lo buscan en necrológicas) y empezás a madurar y a tratar de pasarla lo mejor posible. Total, si uno trabaja, y lo que hace es bueno, tarde o temprano el producto se impondrá.
Lo malo es que los necios notan tu calma y deciden no darte tregua.
Anoche, por ejemplo. La pasé bárbaro en una reunión de gente realmente amable, una reunión privada que terminó bastante tarde porque nadie quería irse (PRIVADO es la clave. Pretender vivir de invadir el espacio público es una táctica miserable e imbécil). La pasé bárbaro, decía, y la idea era despertarme hoy domingo de buen humor...
Pero sonó el teléfono. Atendí, y oí una voz de señora mayor riendo y diciendo "Ah... te desperté...". Creí que se trataba de mi amiga Teresa (la única a quien le tolero ese tipo de cosas; sé que es su estilo, y no tiene otro). Pero no, resultó ser alguien a quien cometí el error de tomar en serio como artista cuando yo era crítica de arte: una cholula, una de esas artistas gerontas que son carne de sátira porque su narcisismo desbocado es cómico... en otro horario, claro. (Definición de "cholula": gente idiota que te trata como si fueras una amiga o persona de confianza, sólo porque alguna vez fuiste célebre 15'). La oí decir su nombre con ese inconfundible tono de "Oh, sé que te alegrás de escucharme", pretensión infundadísima en el presente caso. Insistió con inequívoco sadismo en eso de uh, te desperté, jaja. No sé qué quería, ni me importaba. Yo sé lo que yo quería: DORMIR. Colgué, pero insistió bastante. No me avivé de desenchufar el teléfono (tengo uno de esos aparatos que emiten un zumbido si se los deja descolgados), así que recurrí a la vieja táctica troglodita de putearla -cada vez peor- cada una de las veces que llamaba.
Después de la última puteada, amainó.
Espero que haya sido ella y no algún desprevenido.
Pero inmediatamente después de que me libré de ella y me disponía a dormir, sonó el teléfono en lo del vecino (hipótesis terrible: insulté a mi mamá sin saberlo y ella llamaba desesperada a mi hermano/vecino para ver cómo mierda me internan, etc.). E inmediatamente después, empezó a sonar en la casa vecina una música estilo New Age, pero al mango, como diciendo: mi hermana es el demonio porque dice malas palabras pero yo purificaré las ondas de este lugar, etc. Me acometió una sensación de estar rodeada de locura mal, una sensación El Inquilino de Polanski (SEIP) al palo. Deberían regalar en el McDonalds un medidor de sensación EIP. Esta mañana hubieran saltado las agujas.
Cuestión que prendí el caloventor y a su arrullo de helicóptero del siglo pasado logré dormirme. Soñé con una reunión de gente agradable en algún lugar frío y con árboles: había argentinos, rumanos... Me desperté a las cinco de la tarde y abrí un mensaje de un amigo argentino que está en Canadá.
Me hablaba del frío en Ottawa y de la amabilidad de los rumanos.
¿No será el inconsciente un gran RSS donde algunos compartimos archivos?
Un camión de mudanzas acá.
Y rápido.
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