el blog de un dinosaurio rosarino que escribe novelas disfuncionales, salvajes e imposibles de conseguir

Wednesday, November 10, 2004

¡Yabadabadúuuuu...!

Alegre sapukay prehistórico que remite un poco a eso de "to do is to be, to be is to do, dubidubidubidú"... y perdón por el tono amargo de los últimos días pero bueno, esto es un diario, donde voy tomando nota de lo que (me) pasa cada día; hay días de todo tipo, y el de ayer fue ¡BUENÍSIMO!

Sólo cómo estar sin ser.
Cómo estar como star, cómo estás...


En respuesta a mi pregunta por -para llamarlo de algún modo- el "ser" (es una pregunta fuerte, y la entiendo en un sentido social, no religioso; y no me resigno al existencialismo de los marginales), el imprentero me dio varios ejemplares de mi antología personal... ¡Mi primer libro GORDO! (sí, como el de Petete, ja, ja...). ¡124 páginas! Una cosa es que te lo digan delante de una parva de hojas sueltas cuando uno está medio groggy de tanto corregir galeras, y otra es TENERLO: ese peso... Mis poemas del año '79, por fin en un libro.
Me sentí tan feliz que me gasté $60 en libros en una tarde. Pagué deudas en una librería. En otra conseguí una vieja edición de Minotauro, en tapa dura, de "Las sirenas de Titán" de Kurt Vonnegut. En otra más, compré "Los papeles salvajes" de Marosa Di Giorgio. Y me quedé tomando un café en la librería, donde me enteré de que se presentaba un libro. Creí oír algo como "semana negra"...
Pensé en Gijón, en la novela policial... ERROR.
Y no, era "Silvana Wenger". Lo supe tarde, cuando ya estaba sentada en el auditorio de la librería, escuchando a la autora de un libro de cocina vegetariana disertar sobre las sutiles diferencias entre el gluten y la harina. Y lamenté no haberme lavado mejor las orejas. Pero me dije: "Bienvenida a la clase media".
Poder gastar plata, poder perder tiempo. Poder ESTAR.
Simplemente.
Hablamos de eso más tarde, cuando salí a festejar el libro con mis amigos.
"Ser" no es el término más feliz porque remite a una tradición idealista; pero en algún sentido se "es" (mejor dicho: se inscribe el propio nombre, se lo legitima) para poder estar. En paz. En calma. En algún espacio, y con tiempo. En alguna zona medianamente habitable. Donde se pueda al fin ESTAR sin obligarse ya a SER.
Pero al margen, no.
El margen es hacer del propio cuerpo un estilete que siempre graba y graba: la inicial en el árbol, el graffiti en el muro, el cuchillo en la pelea, una y otra vez, knock knock knocking on Heaven's door, eterna juventud de no ser nunca nadie.
País Gombrowicz.
Soy débil, no soy fuerte, no quiero eso para mí. Reclamo mi inserción y mi adultez instituida. Ya fui joven, ahora quiero aburguesarme. No quiero morir de tener que ser siempre un graffiti, una pura intensidad constante de afirmación de mi existencia contra todo desprecio y contra todo odio, contra toda la lavandina de los vecinos y su maldita insistencia. No. La marca tiene que venir de otro lado. Al que nace se lo debe recibir, se lo debe bautizar de algún buen modo, aunque el proceso lleve como cuarenta años y mientras tanto uno fue un grito que no paraba.
Soportando apodos.
Bueno, basta. Listo. Ya está. El martes se presenta mi antología.
En un lugar bastante central, estatal, además. Y he comprendido algo: las piñas vienen del margen. Es de allí la impiedad. Es desde los márgenes que me vienen corriendo. O que NOS vienen corriendo a todos los que medianamente hacemos algo. Me echaron de los sótanos de los bares, de las lecturas llenas de humo. Está bueno eso. No tener que bajar a leerme al Hades. No tener que ponerle más el cuerpo a la propia escritura. Que para eso es escritura. Para después. Para luego.
Para cuando uno ya no esté.
No hubiera podido hacer ninguno de todos estos movimientos en dirección a un re-conocimiento (que a mi sí me parece necesario) si antes no hubiera aceptado que algún día voy a morir. (Uso la primera persona del singular para no generalizar: todos moriremos pero cada cual muere a su modo, como dice la canción). Había que asumir los límites y atravesar el horror de saberse mortal (hay que atravesarlo...) para ganar la marca, el nudo que asegura esto de poder estar, de ser quien merece vivirse mientras tanto.
Créase o no, a veces el mundo funciona.
Hoy me dormí todo.

Los Dres. Durden & Norton, satisfechos, se van a festejar tomando Tab mientras escuchan un magazine de Neil Sedaka...