el blog de un dinosaurio rosarino que escribe novelas disfuncionales, salvajes e imposibles de conseguir

Tuesday, November 30, 2004

Una cosa que empieza con P

Alain Badiou señala que la política sólo puede ser un pensamiento si afirma que algo es posible allí donde sólo hay una declaración de imposibilidad.

Julieta Calmels, Carina Lavandeira y otros:
"El psicoanálisis en la nueva política" (Página/12, hoy)

Palabras con P: psicoanálisis, política. Puterío, producción sin patrón, dilución de la figura del líder, conflictos entre semejantes, idealización del referente muerto: todo lo que cuentan las psicólogas citadas sobre lo reflexionado en el espacio de reflexión comunitaria del MTD podría referirse también a ciertos "ambientes" literarios. En lo subjetivo y social, no parecen existir grandes diferencias entre los trabajadores desocupados (que en realidad están bastante ocupados por su lucha política) y los poetas al pedo. Pero la buena noticia es que las condiciones actuales del capitalismo, contempladas críticamente, posibilitan una confluencia ética entre el sujeto de la clínica y el sujeto de la Historia: somos responsables de nuestros actos, y la dialéctica entre lo imposible y lo posible es la misma para el psicoanálisis y la política. Lo declarado "imposible" no es el fin: es el punto de partida.
Más, haciendo clic acá.

Friday, November 26, 2004

Ahorrar es rumano

Vuelvo para explicar por qué no vuelvo (todavía)

Porque me encontré con experiencias nuevas que todavía no puedo articular. En suma: dejé de sufrir y me aburro. Y no sé bien qué decir.

Porque ya me agota la amargura, ese deporte más argentino todavía que el fútbol.

Porque me puse a armar con un amigo un proyectito político a ver si el mundo mejora.

Porque me compré una novela de 860 páginas y la estoy leyendo, y cuando la termine me voy a comprar una de 1000 y también la voy a leer.

Porque no puedo parar de revolver librerías.

Porque me da tanta bronca el escándalo Valfierno que preferiría escribir sobre Valparaíso pero es un lugar que desconozco.

Porque me gustaría seguir con aquel tema que dejé pendiente pero la bibliografía que quiero consultar está en mi biblioteca y me da fiaca caminar desde la PC hasta ahí.

Porque me gustaría renovar el weblog con nuevos enlaces, y además me encantaría que los mismos fueran en forma de ventana que se abre y que se cierra, pero me fatigo de sólo pensar en ponerme a estudiar tutoriales de HTML.

Porque el 16 presento otro libro y el editor quiere la lista de invitados cuanto antes y se me viene encima un infierno de peluquería, llamadas telefónicas, ropa nueva, gente y más gente que no quiero ver y tampoco quiero beber para soportarla.

Y justo la gente que quiero ver no está nunca.

Porque decidí finalmente terminar la Facultad, rindo dos materias el 17 de diciembre y estoy haciendo una investigación a lo Poirot para dar con una de mis profesoras, que parece haber sido abducida por un OVNI o raptada por un ángel de Xul Solar.

Porque me leí todo y me quemó el cerebro (síndrome quijotesco de pre-examen).

Porque escribí un post muy bonito pero es sobre la nada, sobre el dolor de no ser que es mi tema recurrente, y me da vergüenza insistir en un tema tan adolescentoide.

Porque si bien a lo mejor la nada no es un tema adolescente sino el tema moderno por excelencia, necesito más información para escribir algo al respecto que no aburra.

Porque la mejor frase que me salió hasta ahora es "la vida transcurre entre la nada de mi soledad y lo siniestro de los otros: soy un muerto vivo entre autómatas" y me parece una frase ridícula precisamente por su falta de humor.

Al final escribí nomás un post sobre la nada.

La nada, esa situación donde se ofrecen infinitas posibilidades pero no se realiza ninguna. La nada es innadable. Mejor no donarle más sangre, mejor no darle nada.

Algo vendrá.

Tuesday, November 23, 2004

A pedido del público, vuelve...

Creer ciegamente en la posteridad es como creer en el más allá. Son consuelos pobres, y lo peor de todo es que dependen de algo que no se puede demostrar. Cuántos habrá que por comodidad o cobardía prefieren confiar en ese Otro que los rescatará cuando estén muertos. Se evitan así la penuria de luchar por un espacio propio en esta vida. Con una gran ventaja para sus enemigos: no los molestan. Les dejan el terreno libre. Total, Dios o la Historia harán justicia.
Pero la justicia divina no existe.
No que yo sepa. Y ante la duda...

Thursday, November 18, 2004

Cambiando de tema

Habiendo dado por AGOTADO el tema de la fama literaria, y comprendido que: (1) ésta no depende sólo de la calidad y cantidad de obra sino además de las POLÍTICAS literarias; (2) que su ambición arraiga en el mismo impulso que lleva a la búsqueda de trascendencia (inmortalidad) a través de la experiencia religiosa, experiencia cuya condición de posibilidad es la comunidad; teniendo pendiente la reescritura de un post de días ha, donde aquello se postulaba un tanto apresuradamente; considerando que: (I) hay mundo allá afuera y (II) el gato pide comida; y, por último, habiendo iniciado la búsqueda de una vía política para transformar una realidad que es intolerable tal como está, los Dres. Durden & Norton deciden: (a) no opinar por ahora sobre el Congreso de la Lengua (si nos ignoran, los ignoramos); (b) tomarse un muy breve descanso, a ver si se nos pasa el estrés de combate; (c) regresar pronto con nuevos temas para un futuro diálogo con el Sr. Baker, que pinta groso.

Monday, November 15, 2004

Charleville o París

Hace unos meses, escribí esto:

"Es posible que al escritor provinciano su época no se lo encuentre nunca.
Es posible que el camino hasta su propia época sea tan largo que al escritor provinciano la vida no le alcance.
En provincia, quien escribe no solamente escribe: encripta. Acumula signos que duren miles de años para enviar en la nave hasta el próximo universo. Burila su escritura jeroglífica, ese código que quienes miran –sus vecinos– no entienden, y la lanza allá, al futuro, a ese futuro que está siendo ahora mismo allá, en la metrópoli, en ese otro lugar donde él no nació.
El escritor provinciano escribe para el futuro: es absolutamente moderno, es visionario. Sabe que los lectores le llegarán tarde. El escritor provinciano escribe para la eternidad: es absolutamente clásico, es griego antiguo. La suya es una escritura póstuma de antemano... Pero además está el Libro. Su libro no es sólo un libro: es su doble mágico. Su libro es un yo angélico que el escritor provinciano se amasa con los materiales cósmicos del idioma y donde deja las huellas digitales de su estilo para alegría de los lectores que vendrán.
El escritor provinciano confía en su estilo. Confía, además, en el gusto del crítico partisano. Esa Antígona, el crítico, llevará su cadáver –su cadáver literario, sus manuscritos– a donde corresponde: fuera del alcance de los impíos buitres, a través de los pórticos, al centro de la ciudad...".

O no.
Nunca se sabe.

Sunday, November 14, 2004

Navidad

(una alegoría)

No pudo escapar.

Quería mantenerse lejos de todo eso, quedarse en casa. Pero no pudo. Esa noche terminó cenando en una mesa redonda y llena de pequeñas velas rodeadas de piedritas lila.

A su derecha estaba sentado su hijo. Lo había visto más temprano. Hacía años que no se veían. Ella ni bien verlo le había regalado un libro y luego lo había espiado, había mirado cómo el hijo trataba de leer el libro en la penumbra. El libro estaba abierto en su falda y él se inclinaba como sobre un libro de oraciones, como si bebiera de las páginas. El hijo estaba tan joven como siempre, tan a la intemperie como antes. Se apoyaba en cada palabra.

Sentado frente a ella estaba el hermano. Era el mayor, era el mejor. Había traído a tres parientes políticos. Literalmente, es decir: él era el hermano que a través de la política siempre le había conseguido cosas. Un amoral, un manipulador. Ella lo había admirado toda su vida y durante los últimos cinco años se había esforzado por odiarlo. Él se siguió comportando siempre como si ella lo siguiera queriendo. Ella le tenía demasiada piedad para decirle que no, que no lo quería más. Más tarde, cerca de la madrugada, ella paró de bailar cuando lo vio de pie en la oscuridad, mirándola, llorando.

Junto al hijo estaban el abuelo y el tío. El tío era el más inteligente de todos. Era amable y sus verdaderos pensamientos eran siempre un misterio. El abuelo quería dejar un buen recuerdo: era pura dulzura. Ella le regaló un libro, él lo perdió, después lo encontró y le pidió disculpas... al libro. El abuelo era tan respetado que no necesitaba decir nada sobre sí mismo. Daba buenos consejos a todos y a todos les deseaba buena suerte.

A su izquierda estaban los primos. El que la había ido echando sutilmente de la empresa familiar, el que vivía haciéndola dudar de su capacidad hasta que ella paró de intentarlo, pero que siempre le había hecho regalos, siempre le había sonreído. Y también estaba el primo bello, el que le gustaba. Cuando la cuñada lo trató de feo, ella salió en su defensa. El hermano se reía a carcajadas.

El primo bello sedujo a la chica más hermosa de la fiesta. Una pelirroja de mirada no del todo serena con un vestido ferozmente azul. Ella vio en el espejo cómo él cruzaba todo el salón con la chica de la mano y un balde con champagne y hielo en la otra. Rumbo a otra fiesta. "Contame todo", le diría ella al día siguente.

El hermano, como siempre, hacía demasiadas preguntas. El hijo casi se duerme pero después se despabiló y se fue a la otra fiesta. Ella le juntó los libros. Todos ellos la quieren, todos ellos la admiran, ella no puede evitar amarlos tanto.

Ahora ella sabe que todavía no dormirá. Mientras tanto, escribe.



Saturday, November 13, 2004

Unplugged

Puse primera en 1984 y paré ayer a la tarde.
Fue un viernes en plena peatonal céntrica de una ciudad del interior, a una cuadra de una disquería, con cincuenta pesos en el bolsillo y un mes de sueldo en el banco.
Miré a toda esa gente parecida a mí, que caminaba bajo el sol, y comprendí que mi existencia no le resultaba intolerable a ninguno de ellos.

Me compré Nirvana Unplugged in New York.
Escuché "The Man Who Sold the World" y casi me largo a llorar.

Friday, November 12, 2004

El Festival de Poesía de Springfield, según Bart Simpson

No debo postear más nada sobre mí como escritora subvaluada a nivel local - No debo postear más nada sobre mí como escritora subvaluada a nivel local - No debo postear más nada sobre mí como escritora subvaluada a nivel local - No debo postear más nada sobre mí como escritora subvaluada a nivel local - No debo postear más nada sobre mí como escritora subvaluada a nivel local - No debo postear más nada sobre mí como escritora subvaluada a nivel local - No debo postear más nada sobre mí como escritora subvaluada a nivel local - No debo postear más nada sobre mí como escritora subvaluada a nivel local - No debo

Thursday, November 11, 2004

weblog + huevos = sambayón

Empezamos anotando frases en papelitos
y así seguimos, la mano más vacilante que antes.


Recién, por teléfono (ya terminé mi lista y estoy de vacaciones; no siempre me sobra tanto tiempo), una amiga me decía que habría que escribir otro weblog sobre los efectos del weblog.

Fue cuando yo le contaba del magnífico desparramo que se armó en la sección de comentarios, un par de posts atrás, a partir de la palabra "ser" y de las expectativas de reconocimiento, implícitas y explícitas (lamentablemente, angustiosas), con que la rodeé. Ella me decía que todo sujeto espera el reconocimiento; "ahora, si eso te angustia, habrá que ver por qué". Gracias a los comentarios, he aprendido mucho en muy poco tiempo; y por si a alguien le interesara saberlo, a medida que aprendo me angustio cada vez menos. La variada producción de ideas de los lectores me permite vislumbrar con mayor objetividad un panorama en cuanto a qué puede esperarse y qué no.

Por ejemplo, descubro que el término "literario" nombra algo mucho más alto e inalcanzable de lo que a mí me venía pareciendo desde que me metí en este baile, hace ya más de 25 años. Tuve un primer libro publicado, con firma de ejemplares por "la autora" y todo, ¡a los catorce años! Eso debe haber distorsionado mi percepción del asunto. Encima tuve suerte y saqué algunos libros más... ¡Gratis! Siempre fui de esa gente que escribe para tener de dónde agarrarse, como quien se va fabricando un pasamanos a medida que avanza por el abismo. Esto significa: pura escritura. Eso no necesariamente es literatura. Pero además, leo (no muchísimo; sí bastante), estudié algún que otro curso terciario y universitario relacionado con ello, y al haber escrito como un animal confío en tener, a esta altura, un poco de oficio; percibo que todo eso me inserta de algún modo en alguna tradición de autonomía artística que en parte libra a mis producciones de un destino de mera catarsis emotiva.
Tuve más suerte aún, y en tres revistas de poesía piensan lo mismo.

¿De qué me quejo, entonces?

Si viviera en Buenos Aires, sería una más entre -por tirar un número- cien o doscientos que en poesía y en prosa pelan más o menos alguna. En cambio, estoy en Rosario, donde demasiado de lo que se produce bajo expectativas autorales de "literatura" es una pura orfandad de escritura pulsional a la intemperie, en relación con lo demasiado poco de entre lo que se escribe que podría (con cierta generosidad, a veces) ser tomado en serio. Serán unos diez o veinte, a lo sumo, los "serios". Sé que suena muy desagradable y que me van a tirar con algo si me incluyo y digo "seremos", pero vivo en una isla y la modestia nunca fue mi especialidad.

Cuestión que quienes garrapatean papelitos sueltos y sacaron a lo mejor un libro bueno son muchos, muchísimos; de entre ellos, unos cuantos se han labrado un lugar social y casi diría una salvación social con eso de figurar como "escritor" o "poeta" en listas oficiales y ante los medios en cuanto festival, encuentro o congreso (que abundan por estos lados) se les cruce. En suma, puede que no merezcan el lugar, pero lo necesitan. Nuestra sociedad local tan democrática nos ha condenado a esto: no hay canon, luego cualquiera que reclame un reconocimiento siente que debería obtenerlo. Nada se lo impide. Por otra parte, ya que cualquiera reclama, cualquier reclamo de reconocimiento aparece inmediatamente como bastardo e ilegítimo. Quien se siente digno de estar en el canon, se margina entonces dignamente: muere olvidado, a veces amargado, pero por lo menos no hizo un papelón.

En las artes plásticas pasa lo mismo.

Lamentablemente el panorama, para la mayoría de estos "poetas", como casi ninguno lee a sus contemporáneos de Buenos Aires, Barcelona o Santiago de Chile, es local. Si el panorama es local, es inevitable que los diez o veinte afortunados que mínimamente embocamos alguna (y publicamos ¡más de un libro!) brillemos como estrellas en el firmamento. Estelaridad completamente injusta, si se piensa que tal vez ni en Buenos Aires, ni en Barcelona, ni siquiera en Santiago de Chile, nos incluya top ten de escritores alguno. En medios más exigentes, desapareceríamos en la sombra; pero es imposible no vernos brillar contra la vasta opacidad local. Es una paradoja: dada la estrechez del contexto, no podemos evitar recibir más atención de la que merecemos, y la injusticia resultante nos coloca en un lugar de usurpadores que nunca nadie buscó. Resultado: como no nos vamos, y jodemos, nos ignoran. Por mi parte sigo teniendo suerte y sacando libros; pero por lo demás, nadie sabe qué hacer con nosotros, y yo encima rompo los huevos.

En tierra de ciegos, el tuerto es rey. Realeza trucha, la del canon local.
Hay otro canon, pero es más caro. Y es inaccesible al medio pelo de apenas "dos libros regulares" (reader dixit) y menos si sus intenciones son más bien catárticas.

Habrá que seguir leyendo y laburando, a ver qué pasa.

Mientras tanto, los Dres. Durden & Norton cierran el bufete y se van (convenientemente entrenados, encasquetados y enguantados) al Festival de Poesía a ver qué piñas ligan, resistiendo bajo la siguiente divisa: "Si vas a romper unos cuantos huevos, más vale que hagas -¡por lo menos!- un buen sambayón".

100% escritura, 0% literatura

Desparramé una parva de papelitos alrededor de la computadora. Papelitos de todos los colores, donde he ido anotando direcciones de gente; direcciones que jamás pasé a ninguna agenda, por miedo no sé a qué. Ahora tengo que hacer una lista de invitados y voy extrayendo, de la parva, papelitos, de donde copio cada nombre y cada número. Paré de hacerlo durante dos horas. Me tranquiliza la solidez del teclado y la pantalla; pero me desesperaba la soledad del papel y la birome.

Este malestar no tiene nada que ver con la literatura.

Terror de devenir cosa. Incapacidad de ser sino cosa.
No poder estar.
No tener dónde dejar mi nombre mientras nado.

Wednesday, November 10, 2004

¡Yabadabadúuuuu...!

Alegre sapukay prehistórico que remite un poco a eso de "to do is to be, to be is to do, dubidubidubidú"... y perdón por el tono amargo de los últimos días pero bueno, esto es un diario, donde voy tomando nota de lo que (me) pasa cada día; hay días de todo tipo, y el de ayer fue ¡BUENÍSIMO!

Sólo cómo estar sin ser.
Cómo estar como star, cómo estás...


En respuesta a mi pregunta por -para llamarlo de algún modo- el "ser" (es una pregunta fuerte, y la entiendo en un sentido social, no religioso; y no me resigno al existencialismo de los marginales), el imprentero me dio varios ejemplares de mi antología personal... ¡Mi primer libro GORDO! (sí, como el de Petete, ja, ja...). ¡124 páginas! Una cosa es que te lo digan delante de una parva de hojas sueltas cuando uno está medio groggy de tanto corregir galeras, y otra es TENERLO: ese peso... Mis poemas del año '79, por fin en un libro.
Me sentí tan feliz que me gasté $60 en libros en una tarde. Pagué deudas en una librería. En otra conseguí una vieja edición de Minotauro, en tapa dura, de "Las sirenas de Titán" de Kurt Vonnegut. En otra más, compré "Los papeles salvajes" de Marosa Di Giorgio. Y me quedé tomando un café en la librería, donde me enteré de que se presentaba un libro. Creí oír algo como "semana negra"...
Pensé en Gijón, en la novela policial... ERROR.
Y no, era "Silvana Wenger". Lo supe tarde, cuando ya estaba sentada en el auditorio de la librería, escuchando a la autora de un libro de cocina vegetariana disertar sobre las sutiles diferencias entre el gluten y la harina. Y lamenté no haberme lavado mejor las orejas. Pero me dije: "Bienvenida a la clase media".
Poder gastar plata, poder perder tiempo. Poder ESTAR.
Simplemente.
Hablamos de eso más tarde, cuando salí a festejar el libro con mis amigos.
"Ser" no es el término más feliz porque remite a una tradición idealista; pero en algún sentido se "es" (mejor dicho: se inscribe el propio nombre, se lo legitima) para poder estar. En paz. En calma. En algún espacio, y con tiempo. En alguna zona medianamente habitable. Donde se pueda al fin ESTAR sin obligarse ya a SER.
Pero al margen, no.
El margen es hacer del propio cuerpo un estilete que siempre graba y graba: la inicial en el árbol, el graffiti en el muro, el cuchillo en la pelea, una y otra vez, knock knock knocking on Heaven's door, eterna juventud de no ser nunca nadie.
País Gombrowicz.
Soy débil, no soy fuerte, no quiero eso para mí. Reclamo mi inserción y mi adultez instituida. Ya fui joven, ahora quiero aburguesarme. No quiero morir de tener que ser siempre un graffiti, una pura intensidad constante de afirmación de mi existencia contra todo desprecio y contra todo odio, contra toda la lavandina de los vecinos y su maldita insistencia. No. La marca tiene que venir de otro lado. Al que nace se lo debe recibir, se lo debe bautizar de algún buen modo, aunque el proceso lleve como cuarenta años y mientras tanto uno fue un grito que no paraba.
Soportando apodos.
Bueno, basta. Listo. Ya está. El martes se presenta mi antología.
En un lugar bastante central, estatal, además. Y he comprendido algo: las piñas vienen del margen. Es de allí la impiedad. Es desde los márgenes que me vienen corriendo. O que NOS vienen corriendo a todos los que medianamente hacemos algo. Me echaron de los sótanos de los bares, de las lecturas llenas de humo. Está bueno eso. No tener que bajar a leerme al Hades. No tener que ponerle más el cuerpo a la propia escritura. Que para eso es escritura. Para después. Para luego.
Para cuando uno ya no esté.
No hubiera podido hacer ninguno de todos estos movimientos en dirección a un re-conocimiento (que a mi sí me parece necesario) si antes no hubiera aceptado que algún día voy a morir. (Uso la primera persona del singular para no generalizar: todos moriremos pero cada cual muere a su modo, como dice la canción). Había que asumir los límites y atravesar el horror de saberse mortal (hay que atravesarlo...) para ganar la marca, el nudo que asegura esto de poder estar, de ser quien merece vivirse mientras tanto.
Créase o no, a veces el mundo funciona.
Hoy me dormí todo.

Los Dres. Durden & Norton, satisfechos, se van a festejar tomando Tab mientras escuchan un magazine de Neil Sedaka...

Tuesday, November 09, 2004

Cosas que te hacen sentirte un(a) escritor(a)

- Ir a la imprenta a buscar ejemplares.
- Reunirte con la editora de la editorial para corregir pruebas de galera.
- Escribir.
- Leer.


Mi realidad está constituida casi íntegramente por actividades relacionadas con la producción de mis libros. Es innegable que escribo y que publico. Qué locura entonces la de esta sociedad rosarina, donde mis vecinos cercanos y lejanos tratan de convencerme de que esto de ser escritora es megalomanía mía, una ínfula (¿existe la palabra en singular?). Pero no, no soy un ser quijotesco. Los libros están. Tres en un año (sin contar antologías): los de poesía en el stand del Festival de Poesía, la novela (pronto) en el kiosco de la EMR y de la UNR... Los ensayos están: dos en el Diario, uno en Hablar de Poesía. También existe esto, esta bitácora. Y mis treinta páginas de una novela nueva. Para no hablar de los libros inéditos: cuatro, cada uno en manos de una editorial distinta. Una de Santa Fe, tres de Buenos Aires.
¿Qué lugar es este donde la sociedad niega lo real?
¿Quién los autoriza a tildar de delirio tanta materia, tanto hecho concreto?
¿Cómo es eso de que lo real debe, además, legitimarse?
¿No cae por propio peso, acaso?

Sunday, November 07, 2004

Sáquenme de aquí

Esta bella ciudad ha iniciado conmigo ("contra mí" suena violento, pero sería la forma correcta) un proceso que yo llamo "El síndrome de Spinoza" o "Ghetto de Varsovia". O, menos altisonantemente, "El vacío a Mora Araujo". Ya saben: de entre tus antiguos conocidos nadie te saluda; y si te llaman, es en horarios totalmente inconvenientes, para preguntarte cómo puede ser que no figures en tal o cual lista local de "famosos".
En suma: a todo aquel que lleva tres libros escritos y es leído en otros lares, la sociedad rosarina y sus instituciones se las arreglan para: 1) echarlo de todos los bares más o menos "literarios" o "culturales" (aunque sólo tome café con leche, o precisamente por eso); 2) no darle paz, no darle tregua, pegarle todo el tiempo cada vez que se lo encuentran por la calle (aunque uno se defienda) y no darle paz tampoco en su casa; 3) no publicar tu nombre en los diarios ni aunque saques un libro más, o dos, o tres; 4) llamarte un domingo a la mañana para señalártelo. Le pasó a Aldo Oliva. Le pasó a Lalo de los Santos, músico cuyos colegas habían hecho circular maliciosamente la superstición de que su nombre traía mala suerte y no había que pronunciarlo; falleció de cáncer alrededor de los 50 años de edad, demostrando que la única mala suerte fue la de él. Ahora tocarme a mí.
La ventaja de todo esto es que uno desarrolla una especie de sexto sentido que le permite detectar oasis. Aprendés a distinguir entre amigos y aduladores, simplemente porque estos últimos ya no te adulan más. Tus amigos son pocos, pero son de verdad. Son los que te tienen en tu agenda porque tenés que estar ahí, no los que hacen de sus agendas una pizarra de cotizaciones donde estás o no estás según tu fama del día. La noción de "éxito" te deja de importar, o comienza a relativizarse. Empezás a juntarte con la gente para compartir, no para competir. Empezás a darte cuenta de que los que buscan tu nombre en el diario son unos boludos de la concha (o unos hijos de puta, si lo buscan en necrológicas) y empezás a madurar y a tratar de pasarla lo mejor posible. Total, si uno trabaja, y lo que hace es bueno, tarde o temprano el producto se impondrá.
Lo malo es que los necios notan tu calma y deciden no darte tregua.
Anoche, por ejemplo. La pasé bárbaro en una reunión de gente realmente amable, una reunión privada que terminó bastante tarde porque nadie quería irse (PRIVADO es la clave. Pretender vivir de invadir el espacio público es una táctica miserable e imbécil). La pasé bárbaro, decía, y la idea era despertarme hoy domingo de buen humor...
Pero sonó el teléfono. Atendí, y oí una voz de señora mayor riendo y diciendo "Ah... te desperté...". Creí que se trataba de mi amiga Teresa (la única a quien le tolero ese tipo de cosas; sé que es su estilo, y no tiene otro). Pero no, resultó ser alguien a quien cometí el error de tomar en serio como artista cuando yo era crítica de arte: una cholula, una de esas artistas gerontas que son carne de sátira porque su narcisismo desbocado es cómico... en otro horario, claro. (Definición de "cholula": gente idiota que te trata como si fueras una amiga o persona de confianza, sólo porque alguna vez fuiste célebre 15'). La oí decir su nombre con ese inconfundible tono de "Oh, sé que te alegrás de escucharme", pretensión infundadísima en el presente caso. Insistió con inequívoco sadismo en eso de uh, te desperté, jaja. No sé qué quería, ni me importaba. Yo sé lo que yo quería: DORMIR. Colgué, pero insistió bastante. No me avivé de desenchufar el teléfono (tengo uno de esos aparatos que emiten un zumbido si se los deja descolgados), así que recurrí a la vieja táctica troglodita de putearla -cada vez peor- cada una de las veces que llamaba.
Después de la última puteada, amainó.
Espero que haya sido ella y no algún desprevenido.
Pero inmediatamente después de que me libré de ella y me disponía a dormir, sonó el teléfono en lo del vecino (hipótesis terrible: insulté a mi mamá sin saberlo y ella llamaba desesperada a mi hermano/vecino para ver cómo mierda me internan, etc.). E inmediatamente después, empezó a sonar en la casa vecina una música estilo New Age, pero al mango, como diciendo: mi hermana es el demonio porque dice malas palabras pero yo purificaré las ondas de este lugar, etc. Me acometió una sensación de estar rodeada de locura mal, una sensación El Inquilino de Polanski (SEIP) al palo. Deberían regalar en el McDonalds un medidor de sensación EIP. Esta mañana hubieran saltado las agujas.
Cuestión que prendí el caloventor y a su arrullo de helicóptero del siglo pasado logré dormirme. Soñé con una reunión de gente agradable en algún lugar frío y con árboles: había argentinos, rumanos... Me desperté a las cinco de la tarde y abrí un mensaje de un amigo argentino que está en Canadá.
Me hablaba del frío en Ottawa y de la amabilidad de los rumanos.
¿No será el inconsciente un gran RSS donde algunos compartimos archivos?
Un camión de mudanzas acá.
Y rápido.

Saturday, November 06, 2004

Las tres C:

Carver, Cheever, Chejov y el verdulero de la esquina. No, a la esquina no llega Angela Pradelli, escritora minimalista premiada: en una nota en el Ñ de hoy habla de cómo halló su inspiración a partir de la curiosidad que le despertaron ruidos que provenían de la casa de al lado. Se asomó y descubrió que su vecino estaba cortando el paraíso. ¡Epifanía! ¡El paraíso! Con lo que ganó, ella se puede comprar otra casa y empezar de nuevo el ciclo... Siempre, claro, que los vecinos sean anónimos y el otro contra el cual medirse sea un monstruo de esos clásicos que ella tiene en su biblioteca: nunca un Aira, nunca un Piglia. Nada de contemporáneos locales, ni de polémicas apasionadas, que si el verso redondo o cuadrado, con grasa o sin. Ella no fatiga pasillos de editoriales. Ella no fatiga redacciones de revistas. Va al diario y labura. Va al censo a laburar y de paso escribe. Va a su casa y escribe. Manda directamente sus obras a los premios. Del escritorio a las vidrieras de las librerías. Cada vez hay más gente usando esa táctica. Entrando a la literatura por la puerta grande del premio jugoso como si se tratara de un trámite más: llevo el nene a la escuela, me anoto en la AFIP, llevo la receta a la mutual, llevo mi novela al correo, paso por la peluquería y después te cuento. No sé si está bien o mal. Capaz que esté bien. Capaz que el libro igual esté bueno. Patricia Suárez lo hizo y realmente se merecía los premios que ganó. Otros preferimos salir a las lecturas y revistas, formar parte de las internas, con lo cual cosechamos odio por megatones y descrédito por siglos. Y no por eso van a leernos más. Pero no sé, me parecía más justo. Alguien explíqueme qué significa esto: por un lado una gigantesca democratización, o apariencia de democratización, totalmente inclusiva, en que cualquiera escribe y manda y gana y listo, sos escritor. Por el otro las internas que son la Edad Media misma, con sus señores feudales y sus caídas en desgracia y sus exclusiones de hierro, sus silencios fratricidas que asesinan. Y todos andamos en busca de un reconocimiento imposible, imposible, imposible.
No entiendo.

Friday, November 05, 2004

Últimas palabras célebres:

¡No tiren! ¡Es una baguette!

La calumnia no descansa

Nuevo ataque de narcisismo (y van...)

Gran parte del éxito en Internet depende de que tus lectores se imaginen que sos una belleza. El encanto se rompe ante la menor sospecha de que podrías ser una ballena de 200 kilos en la vida real. Le acaba de pasar a un colega blogger: lo trataron de gordo en un texto virtual y se empezó a resquebrajar el hechizo.
Me sucedió algo parecido la semana pasada y no pensé que fuese a ser un problema, pero terminó siéndolo. Hay una distancia, otro trato. Yo que me consolaba de mis cuatro kilos extra confiando en poder esconderme y seducir desde la letra usando el viejo adagio "avanti con la lengua" (o con el teclado de la PC, más precisamente), ahora voy a tener que salir, previo paso por el gimnasio y compra de cámara digital y posteo de autofoto (vestida, por supu), a dar la desmentida oficial de los no sé cuántos megatones virtuales que se añadieron a mi, después de todo, módico sobrepeso de 4.000 gramos (peso 65, cuando debería pesar 61). Frágil refugio la web, tan dependiente de la imaginación (ajena, encima). Al menor temblor hay que regresar a lo real de donde habíamos tratado de exiliarnos.
Moraleja: al final era más fácil ser bella de verdad.
Reflexión: el blog como retorno a lo social, a sus terrores...
Ahora, yo me pregunto, ¿qué somos? ¿Adolescentes? ¿Es obligatorio ser Kate Moss? Casi cuarenta años tengo, soy una linda mina, gano plata, de cuatro libros que publiqué me premiaron tres, trabajo honradamente 20 hs. diarias seven days a week en una profesión que no cualquiera adquiere, ¿no me puedo permitir apartarme del ideal estético ni por unos pocos centímetros? ¿No podrán dejarnos, a todos, en paz?
Miren que me enojo y chapo un caño como Junior.
Después nadie diga que no avisé.

Thursday, November 04, 2004

Miedo noviembre

Cuando cayó la piedra
fue el fin:
te habías acostumbrado a ver pudrirse las flores,
ah, el hedor mortuorio de la frágil belleza.

Después lo del portón,
después esto:
te quedas entre vírgenes que se quiebran, temes
que el verano no vaya a dejar nada en pie.

Tuesday, November 02, 2004

Puntería padre

Una hipérbole

La escena es sencilla. Sótano de un bar, dos escritores y una escritora leyendo sus textos en prosa, el doble de gente en el público (son como seis). Pero QUÉ público. Desde esa tarima que no sé cómo llamar (estrado implicaría cierto grado legítimo y consensuado de autoridad; púlpito, ni en pedo) se divisa a una respetada profesora de Letras. Terminada la lectura, la profesora se acerca a los autores para felicitarnos y hacer un aporte de crítica constructiva. Sabias y bienvenidas palabras que remata con un desafiante y sorpresivo: "Porque yo defiendo a los transgresores". Ella lleva un colgante muy interesante al cuello. Un caracol, si mal no recuerdo. Le pregunto qué es y me cuenta que se trata de un amuleto. Protector, africano, algo así. Contra el mal o algo de eso.

¿Estaré en guerra y no me di cuenta? La ficha baja de golpe y la ignoro; me digo que es mi paranoia, que no hay nada que temer. Como escribe Daniel Massei, "guerra" es una palabra muy exagerada en casi cualquier contexto.

Pero el sustito me vuelve ahora, un año y medio después: sí, ella ha venido a nuestra lectura desafiando una prohibición social. Ha venido en secreto como iban o van en secreto las mujeres católicas a las reuniones feministas, las mujeres casadas a los grupos de autoayuda, las mujeres obreras a las reuniones sindicales, en suma: toda dama perteneciente a alguna institución sólida (Iglesia, familia, empresa) deslizándose hacia sus márgenes críticos, envuelta en su chador, confiando en la frágil protección de algún bizarro símbolo mágico...

No la nombro porque le van a gritar "Nigger lover, nigger lover!" como los yanquis racistas del Sur, y le van a tirar piedras. La Letra Escarlata, revisitada. Si se descubre que come carne no kosher, quizás hasta tenga que emigrar...

¿Será para tanto?

Parece que sí. Parece que, sin proponérnoslo, los escribientes sin título ni cátedra somos nomás los malos del culebrón brasileño en este pueblo. Todo triste mortal que en sus ratos de ocio aporreó la Underwood sobre algunas resmitas per piacere, para el folklore resultó ser mucho más que eso. Es la codicia encarnada, el vicio mismo, es quien acecha y ambiciona una inmortalidad que no merece, y la persigue por los caminos más tortuosos. Es lo prohibido, aquello tan codiciable y condenado que te espera en medio de la noche, porque sabe de tu fingido conformismo y de tu insomnio. Somos, sin haberlo buscado, los malditos. Los amantes fuera de toda ley, al peor estilo "Padre Coraje". Las Mónicas Lengüinskis que nadie en su sano juicio piensa invitar al Congreso de la Lengua, a ver si todavía lo que escribieron nos gusta y nos reímos; a ver si todavía encima chupan alguna media y a fuerza de elocuencia zafan, salen de su secreto de improbable leyenda local.

A ese estado de cosas hemos llegado en las letras de Atopia.
Por lo que me importa.
Pero me voy a dejar el pelo lacio como Facundo Arana.
A ver qué pasa.

Monday, November 01, 2004

Bush vs. Kerry: más de lo mismo (post 3)

Norman Mailer sobre el debate televisado entre los candidatos Bush y Kerry:

Hasta el rostro de Bush se había convertido en una desventaja. Se lo veía irritable y preocupado. (...) Todo indicaba que Kerry mejoraría su posición en las encuestas. Sólo había un reparo. Los primeros veinte minutos del debate se habían visto en el tipo de televisor de dimensiones modestas que la mayor parte de los estadounidenses usaría. En ese aparato, se veía un debate algo distinto. (...) La ubicación de las cámaras favorecía a Bush. Su cabeza ocupaba más centímetros cuadrados de pantalla que la de Kerry. En televisión, eso supone la mitad de la batalla. Kerry parecía largo y flaco al hablar en lo que parecía un plano medio, mientras que Bush tenía muchos primeros planos. Esa ventaja desaparecía parcialmente en el televisor grande.

Suplemento Ñ, 30/10/04, p. 7. Traducción de Joaquín Ibarburu
(Versión completa cliqueando en el título de este post)

No lo soñé: HABÍA una versión diferente de esta misma nota de Norman Mailer en otra edición del Clarín de la semana anterior. Pero no la pude encontrar en la "internets"...

Moraleja: como dice un proverbio posmoderno, la imagen lo es todo.
Y los mismos analistas vienen repitiendo los mismos argumentos desde hace 44 años.

Dado por cumplido su patriótico deber en pro de la banalidad continental americana, los Dres. Durden & Norton se retiran a su bunker de verificación de fraudes en Florida.

Y aguante Tabaré, carajo.

Bush Vs. Kerry: más de lo mismo (post 2)

Norman Mailer sobre John Fitzgerald Kennedy como candidato:

Su estilo en las conferencias de prensa era interesante. No muy admirado entre los periodistas (demasiado contemporáneo, y aún así difícil de entender, no recibió nada parecido a las ovaciones tributadas a Eleanor Roosevelt y a otros), su porte era no obstante de una gracia fría que parecía indiferente al aplauso; su estilo, similar de algún modo al de un buen boxeador ligero: rápido con las manos, cauto en su uso del tiempo, y a medio metro de su rincón cuando la campana marca el final de cada round. Había un ágil ingenio en sus respuestas, un seco ingenio de Harvard, un agudo sentido de la proporción al disponer de las preguntas difíciles: en todos los casos daba suficiente respuesta para satisfacer las formalidades sin exponerse nunca a una nueva pregunta que pudiera ir más a fondo que la primera. Cuando un periodista le preguntó "¿Está usted a favor de Adlai como vicepresidente?", la sonrisa avanzó y la voz se volvió muy seca: "No, no puedo decir que hayamos considerado a Adlai como vicepresidente". Y sin embargo había un desapego elusivo en todo lo que hacía. Uno no tenía la sensación de un hombre presente en la sala con todo su peso y con todo su pensamiento.

Norman Mailer, "Superman comes to the Supermarket".
Revista Esquire, noviembre de 1960. Reimpreso en The Presidential Papers (G. P. Putmnam's Sons, 1963) y en The Sixties, pp. 164, 165.
Trad.: B. V.

Bush vs. Kerry: más de lo mismo (post 1)

...cualquiera cuya apariencia declare fuertemente su rol y su status en la vida, da mal en televisión. Cualquiera por cuyo aspecto tanto se podría pensar que es un maestro, un doctor o un ejecutivo, como una infinidad de cosas más, da bien en televisión. Cuando el aspecto de la persona resulta clasificable, como el de Nixon, el espectador televisivo no tiene nada que poner de su parte. La imagen televisiva del hombre lo incomoda. Dice con aprensión: "Este tipo tiene algún problema". El televidente siente exactamente lo mismo respecto de una chica excesivamente hermosa en televisión, o acerca de cualquier imagen o mensaje de "alta definición" ofrecido por los auspiciantes. (...) la fórmula que recomienda a cualquiera para un papel en una película, lo vuelve inaceptable en televisión. Porque el cine, que es un medio caliente, necesita gente cuyo aspecto encaje con mucha definición en un "tipo" de alguna clase. El medio frío que es la televisión no puede permitirse lo típico, ya que esto frustraría al espectador en su trabajo de "cierre" o compleción de la imagen. El presidente Kennedy no daba la imagen de un rico ni la de un político. Hubiera podido ser cualquier cosa, desde almacenero o profesor hasta director técnico de un equipo de fútbol. No era demasiado preciso ni demasiado generoso en su charla como para dejar que su discurso estropeara su aterciopelada mezcla de contorno apenas esbozado y cortés reserva.

Marshall Mc Luhan: "Television: The Timid Giant".
De Understanding Media: The Extensions of Man (Mc Graw Hill, 1964), reimpreso en The Sixties (Gerald Howard, ed., Washington Square Press, 1982), edición de bolsillo, p.406.
Traducción: Beatriz Vignoli